Sitúense, viernes 29 de noviembre; en las calles del centro de Málaga se concentran miles de personas para esperar a que Antonio Banderas, junto con las autoridades malagueñas y de la Junta de Andalucía, le den al «botón rojo» que enciende uno de los alumbrados navideños más esperados.
Concretamente, la Calle Larios acapara la especial atención de malagueños y foráneos, que esperan el espectáculo del «bosque navideño» en dicho enclave, con 22 arcos de medio punto compuestos de 730.000 puntos de luz.
Hasta aquí todo muy bien, es loable que las personas se «agolpen» para ver este tipo de espectáculos, pero tan solo hay que estudiar esta imagen para hacerse la pregunta que titula este artículo:

Foto: Salvador Salas – Diario Sur
¿Vivir lo que estamos viviendo? o ¿contar lo que estamos viviendo?
Con la llegada de las redes sociales se ha acentuado una cualidad humana que comienza a ser preocupante… ¿Necesita nuestra especie generar envidia? Sí, lo sé, me dirán que no lo hacemos con tal fin, pero pasen un rato por las cuentas de Instagram, Facebook,… de sus amistades para que vean que se repiten mucho hashtag tales como:
- #MalViviendo
- #EstoEsVida
- #AsíSí
- #AquíSufriendo
- #AhoraMeTocaAmí
Entre otros muchos «HT», afloran sentimientos de contar qué estamos haciendo, lo bien que lo estamos pasando, un «te lo cuento porque tú no estás aquí»…
Pero aún no he (han) contestado a mi pregunta…
¿Vivir lo que estamos viviendo o contarlo?
Personalmente les diría que lo vivan, porque si no, les bastará con estar calentitos en su sofá y poner la última storie de esa amistad que saben que va a ir. Les diría que si van a un concierto, lo vivan porque si no les bastará con poner su tema más «cool» en youtube. Les diría que lo vivan porque la reminiscencia es mucho más agradecida que cualquier contenido, efímero o no, que suban ustedes a las redes sociales.
Los que me siguen en redes saben que soy el primero que suele contar sus pasos, no todos, pero sí muchos. Pero también les diré que incluso en la mayoría de ocasiones no los cuento en directo, prefiero vivir el evento y luego, pasado un tiempo, al día siguiente, etc. postearlo. Ejemplo claro fue la presentación de hace unos días del Club de Marketing de Granada; viví todo el evento de una manera totalmente presencial, y solo lancé una publicación en Instagram cuando ya iba de regreso a casa.
Está bien contar las vivencias, contar que nos movemos por lugares, que comemos platos riquísimos en restaurantes de ensueño, que viajamos a islas paradisíacas (Canarias las tienen muy cerca), pero igual lo que estoy versando en este artículo es que intentemos disfrutar del «real time» mucho más de lo que acostumbramos.
Queremos inmortalizar el momento con nuestros terminales, pero ojo, no para guardarlo como haríamos en nuestra mente, sino para compartirlo, para que el resto de nuestras amistades sepa qué bien lo estamos pasando, qué bien estamos comiendo, qué viaje me estoy pegando o qué concierto más chulo estoy viendo. ¿Y saben qué? Si lo estamos contando en riguroso «real time», seguramente se nos enfriará la comida, no lo pasaremos también porque quienes tenemos al lado sufrirán nuestro «síndrome reportero», incluso olvidaremos más pronto que tarde ese momento porque confiamos más en una storie efímera, que en la historia duradera de nuestra memoria infinita.
Tengo la sensación, la triste sensación de que parece que si no lo contamos… no hemos estado allí…
Un saludo.
Rayko Lorenzo.