Hacía tiempo que quería escribirles sobre esto. Como saben, me encantan las redes sociales, es más, forman parte de mi trabajo. Al día entro varias veces en “casi” todas; mucho más por lo laboral que por lo personal.
Utilizo Twitter para estar al corriente de lo que está pasando en el mundo e interactuar con los followers, Facebook para compartir contenido de valor con mis seguidores, Instagram para “humanizar” la marca que tanto tiempo me ha costado construir… Pero oso a decir sin estar equivocado, que siempre bajo el respeto y el sentido común.
Hace algunos meses estuve en un concierto. No estaba sentado, era de los conciertos buenos, de los que uno se pone de pié y aguanta estoicamente sus temas favoritos durante la hora y veinte minutos de espectáculo. Delante tenía unas 100 personas, ¡y conté 85 móviles! Seguramente los quince restantes ya no tenían batería… Estaban grabando el espectáculo por el que habían pagado unos cuantos puñados de euros. Estaban contando al mundo que estaban allí (y ellos no). ¿Estaban intentando generar envidia?
Si hace 10 años alguien nos dice que seríamos personas que contamos lo que vemos, con quién lo vemos, dónde, cuándo… seguramente lo hubiésemos tachado de loco…
Es indudable que las redes sociales nos han dado un altavoz brutal para lanzar mensajes, para tener las mismas posibilidades (y metros cuadrados de oficina virtual), que cualquier gran empresa. Nos han posibilitado que globalicemos nuestras marcas, negocios, empresas… pero ¿dónde queda el fundamento? ¿Dónde ha quedado la famosa frase del Club de los Poetas Muertos, “Carpe Díem”?
Es cierto que dicho “Carpe Díem” es disfrutar el momento sin importar el futuro, pero con acciones como las que les contaba de los móviles en los conciertos, se nos ha olvidado el valor de las cosas, el valor de lo momentáneo…
Se nos enfría la comida por sacar el mejor “retrato”, se nos graba poco el paisaje visto por querer “postearlo” en vez de sentirlo… Se nos olvida que las cosas que vivimos hay que vivirlas en ese instante, en ese momento, y no lucirlas, o verlas luego grabadas.
¿Miedo a que se nos olvide dónde estuvimos, qué comimos o qué música escuchamos? No, lo siento pero no, lo que tenemos es miedo a que el entorno no sepa que estamos allí, comiendo un arroz con reducción de “Sechium edule” (chayota de toda la vida); asistiendo al concierto de Lenny Kravitz, aunque con nuestro móvil delante vemos más la palabra “Samsung” que la marca Gibson de su guitarra. Miedo a que no seamos como el resto, personas capaces de disfrutar de “real time” de la Caldera de Taburiente. Miedo a que el resto piense que no hemos tenido vacaciones ese año, a que intuyan que no salimos de fiesta un sábado noche… Pánico a que nuestras fotos de “salchichas” en la playa del Palmar de Cádiz, no tengan más de 200 “me gustas” cada una. Horror de que nadie sepa que nos hemos encontrado con un famoso (venido a menos), cuando hacíamos escala en Barajas…
Pero fíjense, quizá lo que menos me importe es que hayamos conseguido en apenas una década, en tiempo récord, la gran capacidad de generar “envidia” a quienes más nos estiman, lo que más me preocupa es que ese altavoz del que les hablaba como son las redes sociales, no tenga educación por quien pega sus labios para “escribir”. Y es que, amigos y amigas, la culpa no es de las redes sociales, la culpa es nuestra. Las redes sociales, sin contar a los afamados “bots”, no escriben por sí solas. Detrás de cada una de ellas están seres “humanos” a los que se les ha olvidado el respeto, las formas, las maneras. Han entrado en un campo de juego en el que parece que vale todo; el insulto, la difamación, el odio, el rencor…
Nunca ha sido tan fácil tirar la piedra y esconder la mano. Nunca ha sido tan sencillo tener un arma de destrucción masiva como ahora con las “redes sociales”. Despotricamos sin ton ni son las formas de vestir, lo que ha dicho (o hemos escuchado que han dicho). Nos sumamos a bulos con mayor rapidez que a una cerveza con tapa.
Como siempre suelo decir, nos creemos médicos por tener al alcance a “San Google”, filósofos por saber utilizar Facebook, fotógrafos de estudio por usar Instagram y periodistas por poder generar “tweets” en Twitter…
Aquí quizás está “el quid de la cuestión”, aunque deberíamos decir “el click de la cuestión”, en que le echamos la culpa de todo a las redes sociales, cuando deberíamos de apuntar a quiénes la utilizan… Basta ya de endemoniar a las redes sociales, han traído más cosas buenas que malas, aunque gente mala ha habido siempre, y la habrá.
Un cuchillo sirve para pelar una pera, para cortar el pollo al chilindrón (recuerda, después de la foto) o para hacer lo propio con la tarta del cumpleaños de tu retoñ@, pero también sirve para matar. Todo dependerá de las manos que lo porten.
Disfruten de las redes sociales, pero con fundamento, con sentido común (el menos común de los sentidos), y dejen de echar la culpa al cuchillo y no a quien lo mal usa…
Me voy, tengo que cargar la batería del móvil, esta noche voy a un concierto…
Un saludo.
Rayko Lorenzo.
Pues me estaba pelando una pera, (no tenemos plátanos) mientras leía tu articulo, y me he trabado. Luego pensé buaa!! yo no tengo twitter y ya me quede mas tranquilo. Como siempre una gran reflexión, aunque sigo sin entender el porque contaste solo 85 móviles, si te hubieses fijado mas, casi seguro que termina el concierto. Fuerte abrazo amigo…;)
No descansaré hasta que utilices Twitter, conociéndote, es la red a la que más partido sacarías estimado hermano.
Un abrazo.
Rayko Lorenzo.
Hola Rayko. Gran reflexión. Probablemente esto es lo que en España podríamos llamar “la burbuja de las Redes Sociales”. Si las cosas siguen así, la gente acabará harta y volverá a sentir, a disfrutar el momento. Se pinchará la burbuja. No, no será el fin de las Redes Sociales, será su uso más racional. Un saludo.
Gracias por tu acertado comentario Manuel. Personalmente pienso igual que tú; ojalá se pinche pronto la burbuja…
Un saludo.
Rayko Lorenzo.
Si el guiso se quema, la culpa no es del caldero. Si nos comemos un bordillo, la culpa tampoco es ni del bordillo ni del coche. Pero, ¿si pasa algo en las redes la culpa es de las redes y no de que no lo hayamos pensado bien antes de publicarlo?
Muy de acuerdo, compañero. Un abrazo.
Así es compañero, paso como con la famosa frase de “eso es culpa del marketing” ,)
Un abrazo.
Rayko Lorenzo.
Huge. Muy buena reflexión Rayko, comparto 100% tu opinión. Somos unos yonkis de las redes sociales, y como toda droga, no es bueno su abuso.
Hay que vivir la vida, cervezas con los amigos y la familia, conciertos, días de campo…, pero sin fotos de todo, nuestra memoria es la mejor cámara que existe, y solo hay que exponer los sentidos para que haga fotos inolvidables.
Un abrazo
Así es estimado Cristóbal, la reminiscencia es la mejor cámara que existe ,)
Un abrazo.
Rayko Lorenzo.