No, no me he equivocado en el titular de este artículo, del todo no está bien hablar, y no lo está porque las cosas aparentemente ínfimas, los pequeños detalles, el “poco a poco”… son los culpables de conformar un todo, y éstos últimos deberían tener mayor protagonismo en nuestro día a día, en nuestra noche a noche…
Hace unas semanas les hablaba en otro artículo del valor de las cosas, de la pérdida de percepción de lo realmente importante, y hoy quiero seguir en la línea. Estamos acostumbrados a querer avanzar a base de carreras, de largas zancadas de guepardo del sudoeste africano sin saber que en los pasos cortos, en ese poco a poco, está el éxito de nuestros objetivos. Este animal de piel moteada, es capaz de alcanzar los 100 Km./h en apenas 3 segundos, pero se cansa rápido, es tanta su explosividad en la persecución a su presa que se agota si supera el minuto.
En la vida no podemos ir “a tirones”, no podemos ser guepardos que tiremos la toalla en 60 segundos, la toalla sólo se tira en la playa. Además, es tanto el cansancio que sufren estos grandes felinos que, en ocasiones, las aves carroñeras les quitan sus “trofeos” y les dejan sin probar bocado. A nosotros nos pasa lo mismo, nos marcamos unos objetivos, luchamos por ellos durante mucho tiempo y, cuando los conseguimos no sabemos disfrutar de ese logro. Quizá pase porque tenemos una idea equivocada de la consecución de metas. No somos capaces de ser felices o valorar el camino, de marcarnos submetas y premiarnos por ellas. No apreciamos que los “pequeños pasitos” son capaces de suplir largas zancadas “cansantes”…
No se trata de explotar a modo de géiser cuando se alcance un reto, consiste en ser capaces de detectar que se puede emanar felicidad en el camino del reto. Créanme cuando les digo que nos sucede totalmente lo contrario. El ser humano tiene un don negativo que hace que, hasta que no consigamos nuestras metas, todo sea un mar de sufrimiento, una vereda descalza rodeada de cactus sinita, un camino lleno de minas antipersonas MON-50… Esto hay que cambiarlo, hay que valorar mucho más y positivizar esos mares, esas veredas o esos caminos.
Decía el gran Punset:
Encontramos la felicidad en el camino que recorremos mientras la buscamos…
Es una de las frases más ciertas que jamás he escuchado. ¿Para qué esperar a la felicidad si precisamente ésta ya está dentro de nosotros? ¿Para qué buscarla cuando sólo tenemos que darnos cuenta que ya la tenemos? ¿Para qué fijarse metas inalcanzables si se puede disfrutar más con las ambiciosas pero realistas? Respondan a estas preguntas y luego hablamos…
La transformación de “un poco en todo” es más sano para la mente, más gratificante y, seguramente, evitará que nos pique ese cactus sinita, que nos ahoguemos con frecuencia en un mar con forma de vaso de IKEA, o que un pequeño géiser nos parezca más impresionante que la Catarata de Gullfoss…
Un saludo.
Rayko Lorenzo.