Son muchas las comparativas que se pueden hacer en el transcurrir de una idea emprendedora. Hace algún tiempo, osé a comparar la vida de un recién nacido con un proyecto empresarial (salvando por favor, totalmente las distancias). Paso a contarles…
Normalmente, (salvo por circunstancias que no vienen al caso) no se decide tener un bebé de un día para otro; es fruto de un pensamiento consensuado, en el que 2 personas optan por dar un paso más en su relación y empiezan a lo que asiduamente llaman “buscarlo”.
En el mundo del emprendedor pasa algo parecido. No se suele montar una empresa de la “noche a la mañana”, sino que algo de manera intrínseca te va conduciendo a ello. De una forma u otra, también “lo vas buscando”. En el momento en el que te decides, el predictor es positivo.
Empieza a cambiar tu vida. Pasados unos pocos meses, las náuseas, el cansancio y los dolores abdominales, son parecidos a los diferentes estados de nerviosismo que el emprendedor comienza a percibir al plasmar en el Plan de Empresa, sus ideas empresariales. Son 9 meses mágicos, llenos de ilusión, sublimes, que jamás se olvidan. Estas apostando por un futuro, que aunque en el caso del bebé es para toda la vida y en el caso de la empresa no tiene porque serlo, bien es cierto que te influirán para el resto de la misma.
Llega el momento del nacimiento; tu idea, tu proyecto y tu sapiencia, se van a registrar oficialmente. Es un día que difícilmente olvidarás. Yo recuerdo perfectamente el día y la hora que monté mi primera empresa: 16 de Julio de 2004, a las 11:00 horas en la Ciudad de La Alhambra.
Los primeros meses, son al igual que “bonitos”, difíciles. Tienes que estar muy atento para atender como se merece a ese “bebé”. Está indefenso, quieres que lo conozca tu entorno, que todo el mundo denote tu ilusión y alegría. Hay que mimarlo, dedicarle un tiempo que tendrás que quitar de otras cosas, ponerlo por encima de todo…
El pequeño retoño, empieza a dar sus primeros pasos… La empresa empieza a caminar… Ahora hay que tener un cuidado especial, ya no vale con estar pendientes solo cuando quiera comer… En este momento no vale el descuido, ya puede tomar diferentes rumbos y tenemos que estar encima, para poder ir “limpiando” la vereda.
Sus primeras palabras son los primeros acuerdos, firmas o convenios. Es una época que absorben todo, se suele decir que como “esponjas”. Tenemos que darle forma, tenemos que enseñarle, que conozca a otros niños… Los pequeños, no tienen miedo, no saben aún lo que es… Son capaces de meter su diminuta mano, entre las fauces de un pastor alemán sin inmutarse… El proyecto tampoco debe tener miedo y menos en sus inicios, es muy poco lo que tiene que perder y mucho lo que puede ganar.
Nuestro “hijo” ya tiene 8 años… Es una edad difícil; empiezan a darse cuenta de muchas cosas. Ya tenemos que tener más cuidado a la hora de lo que decimos y lo que hacemos, ahora son “esponjas elevadas al cubo”. Comienzan las sinergias, los cluster… Hemos superado la planificación de viabilidad económica-financiera a 5 años vista. Nunca ha sido un juego, pero ahora menos que nunca.
Avanzamos hasta los 12 años. El no tan pequeño, ya tiene amistades más afianzadas (la empresa crece en el número de empleados)… El grado de responsabilidad, aunque debería ser el mismo que cuando nació, parece crecer. La empresa comienza a querer tocar otras temáticas, a diversificar el riesgo, a explorar nuevos mercados…
Cuando tiene 15 años, toca dormir menos por las noches… Suele aumentar el grado de preocupación… A nuestra niña le empiezan a salir “novios”. En el mundo empresarial, también hay otros peces más grandes que puedan estar interesados en nuestro pequeño pez… Hay que aconsejar bien más que nunca. Tomar decisiones acertadas y en ocasiones difíciles, pero que servirán para terminar de perfilar a esa persona que probablemente, sea lo más importante que tengas en la vida.
Llega la mayoría de edad… Ahora nos convertimos más que en padres o gestores, en amigos para nuestros proyectos. Ya puede votar, puede conducir, puede muchas cosas, pero siempre tendremos que seguir ahí, a su lado, a su vera. En muchas ocasiones, ahora nos necesitan más que nunca.
Acabo este pequeño símil metafórico, diciéndoles, que si una vez se ha sido padre o emprendedor, jamás se dejará de serlo…
Disculpen mi osadía al comparar lo incomparable. Posiblemente cambie de opinión cuando sea padre, o no.
Un saludo.
Rayko Lorenzo.
Excelente artículo!
Me encanta muy buen artículo