El año pasado, más concretamente el 27 de diciembre y recién aterrizado de un viaje a Italia, pensé que era menester escribir una carta a los de oriente (y similares) que fuera “extensible” a todas las personas que me leen. Como sirvió de acicate para que los de barba se portaran bien, quiero este año adelantar la fecha sin que nada tenga que ver con que el Corte Inglés ya muestre sus luces navideñas o con que ya haya salido el anuncio de la Lotería de Navidad.
Amigos
Aún sigo recordando el olor a “plastilina” de preescolar, las noches (y amaneceres) de mantas de Lo Divino, la caseta de madera de ese enorme “nisperero” de mi barrio en el Drago o aquellas tardes en las que nuestro único fin era correr, escondernos y merendar bocadillos (de lo que hubiese) en el mirador de “Los Salones”.
“Pido en esta carta que no olviden sus orígenes. Que valoren todo los momentos disfrutados. Que lo malo que han pasado o están pasado, les servirá para aprender y mejorar. Pido lo mejor para ustedes, porque si hay luna es porque hay sol, y ojalá que tengan el próximo año más luces que sombras”
Enemigos
He dudado este año si incluirlos, y he tardado algo así como 2 segundos en decidir que si; más o menos es el mismo tiempo que les dedico al día, por lo que no es descabellado escribirles unas palabras.
“Pido para ellos que estén bien. Que continúen tirándome piedras que la muralla que hago con ellas ya es más grande que La Alhambra. Pido que les traigan carbón, pero no del dulce, del de quemar para que logren hacer lumbre de cara a que puedan tener luz para seguir viendo dónde pisan, aunque les da igual, suelen pisar a diestro y siniestro, con y sin luz, descalzos y calzados”
A los corbatas corruptos (algun@s polític@s)
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