Me tienen que permitir que les cuente una “storytelling”. Pero no será relacionada con un asesinato en un “camping”, ni con “casting” terrorífico en un descampado, ni tampoco con una “escape room” en la que hubo de todo menos escape.
Les contaré una historia de marketing, pero siempre utilizando el “benchmarking”, ya que como saben, soy de los que piensa que hay que tener a la competencia en modo “airport”… “vigilada en todo momento”.
Al protagonista le encantaba el “branding”. Soñaba con que su idea de empresa y reputación se reflejaran en una imagen acorde. Cuidaba todo tipo de detalles, con todas las “tools” existentes en el mercado. Empezó seleccionando su “naming”; le puso a su empresa “InglisPitinglis”. Se trataba de un “business” que pretendía ser referente en la ciudad en lo que a formación de idiomas se refiere.
Para darse a conocer contrató a una agencia muy reputada. Al bueno de Peter (Pedro versaba su DNI), le solicitaron un “briefing”; era lógico, la agencia quería reunir toda la información posible de las necesidades de su cliente, de cara a la elaboración de una propuesta publicitaria lo más correcta posible.
Para ser justos les debo decir que se trataba de una “spin-off” de otra sociedad que había ido evolucionando hacia otros mercados. Por lo tanto, no estaríamos hablando de un “core business”, en donde había un producto central; en este caso, la empresa se había dividido en tiempo, forma y producto.
Como preveía tener muchos clientes, se hizo con un “customer relationship management”. Peter siempre puso al cliente como pieza fundamental en sus negocios, y ahora no sería menos. Pero esto lo endulzó con una estrategia de “customer care”. Sabía que tenía que hacer partícipe (antes, durante y después de la adquisición de un servicio) a sus clientes.
Pero en el primer año de actividad, las cosas no le fueron como él tenía pensado… Faltaba “engagement”; quiso solventar la carencia de conexión y compromiso desde la marca hacia sus clientes, realizando “focus group”, “workshops” en su academia, y un largo etcétera.
Por mucho que lo intentaba, era complicado extraer los “insight” necesarios para controlar más y mejor su unidad de negocio. Era incapaz de denotar cuál era la motivación más interna que llevaba al consumidor de sus servicios a comportarse de una manera u otra.
Visto que el camino de generar “lovemark” sería más complicado, intentó generar “lead” a través de una nueva y trabajosa “landing page”. Quería que aquellas personas que mostraran algún tipo de interés en lo que él vendía, pudiesen estar controladas de cara a lanzar campañas más programáticas.
Como su “target” era el que era, apostó por estrategias publicitarias como el “product placement”. Quería integrar sus servicios directamente con la marca en este caso en contenido audiovisual. Tampoco le funcionó en demasía…
Llegado a este “timing”, la cabeza le daba muchas vueltas. En un primer momento pensó que el problema era su “pagerank”, que la gente no le encontraba en Google, y ya saben, el mejor lugar para esconder un cadáver es la segunda página de este buscador. Luego pensó que el fallo de sus acciones marketeras podría estar en la “publicity” que llevaba a cabo. Sus actividades de “public relations” eran igual demasiado escasas… También pensó en que le fallaba el SEM, el SEO, el SMO… pero fueron fórmulas descartadas.
Pasaba el tiempo y la empresa no obtenía mejores cifras. En dos años de vida cambió dos veces de “social media manager”, de “community manager”, incluso de “cuñaity manager”, pero nada. Ni involucrando a sus “stakeholder” lograba encontrar explicación a sus malos resultados.
Estudió su “value chain”, ese proceso que media entre el servicio y su cliente. Aumentó sus campañas de “sponsoring”, de cara a intentar tener más impactos. Pero nada,el “return on incremental marketing investment” (ROIMI) no mejoraba; por lo tanto, el “return on sales” (ROS), tampoco.
Intentó establecer “trade marketing”, no obstante la unión hace la fuerza. Establecía “teaser” de sus cursos con el objetivo de generar expectación y/o curiosidad. Incluso hacía “upgrade”, sí, esas ofertas de servicios de mayor categoría que la que le contrataban… Pero nada, el resultado era el mismo. Sus números no mejoraban…
Llegados a esta situación, optó, aunque él era reticente, a establecer estrategias de “freemium”. Pensó que utilizando un modelo de oferta en sus clases que englobara servicios gratis, junto a un “pack” de otros más completos de pago, le daría la razón… Y ya saben cuál fue el resultado, nada de nada…
Añadió campañas orquestadas de “buzz marketing”, “facebook ads”, incluso, seguramente por su grado de desesperación, y lo entiendo, alguna que otra de “ambush marketing”… Fue peor.
Allí lo dejé; tenía que irme. Lo último que sé de él es que puso el cartel de “closed” en su empresa y que había llamado a sus asesores para hacer una “brainstorming”…
“Regards”.
Rayko Lorenzo.