Parece que últimamente se me da bien esto de inventar “términos marketeros”. Acaba de aterrizar el “posturinfluencing”; aunque pueda sonarles a una postura de baile, es una nueva tendencia en las redes sociales, sobre todo en Instagram, que consiste en hacer creer a sus seguidores que las marcas les están pagando campañas por llevar unas gafas, un bolso, un vestido o unas cholas de playa…
Sí, han leído bien, “hacer creer”; hacer pensar a sus seguidores que los tejanos rotos que llevan tienen detrás euros, libras o dólares. Hacer pensar que la chaqueta que acompaña a la postura esbelta en medio de un parque luminoso, es “financiada” por la marca de turno. Y llegados a este punto ustedes se podrían preguntar:
¿Y para qué fingir que las marcas les están pagando?
La respuesta es sencilla, fingen para poder atraer a otras marcas. A mayor apariencia mayor posibilidad. Si ya hay marcas que, presumiblemente, apuestan por pagar a estos “posturinfluencing”, otras se acercarán…
Etiquetar a una marca en la última publicación o “storie” es algo que está subiendo enteros, aunque dicha marca no haya soltado un solo euro a la cuenta. Si antaño (un antaño corto de unos cinco años), ponías la marca que llevabas puesta, se tildaba de negocio, de “vendido”… Ahora es una prueba de éxito, de “a mí me paga esta casa para que muestre sus productos”. Parece que ya no vale con tener un número considerable de seguidores, el postureo ha llegado a su máximo fulgor. Ahora es necesario aparentar que ya hay marcas que apuestan por ti, que son capaces de pagarte dinero para que muestres, de una manera subliminal, sus nuevos productos. Ahora vale pues incluso el “autopatrocinio”, dar a conocer tendencias y productos aunque no te paguen por ello, con el único objetivo de hacer creer que es justamente lo contrario, para hacer creer que eres un “influencer”.
Hacer publicidad “de mentiritas”, hasta que llegue la publicidad “de la güena”. Parece que esta es la hoja de ruta de los nuevos “posturinfluencers”. Yo no digo que sea algo malo, pero es de lo más artificial que he visto en marketing y publicidad en muchos años. Aunque al menos estos nuevos “influenciadores” tienen que acometer la inversión previa, es decir, si quieren promocionar un vestido, un destino o una marca de lavadoras, antes tendrán que adquirir el producto o servicio a promocionar “falsamente”.
Desde el punto de vista de las marcas, seguramente haya de todo. Algunas pensarán que es publicidad gratuita y que todo suma, pero otras reflexionarán si es realmente positivo que vinculen a su marca con algunos de esos “micro-influencers”; además, la calidad de publicaciones de estos “posturinfluencing” suele ser menor que las orquestadas en campañas oficiales, al contar obviamente con menos recursos.
Los mensajes que se pueden leer son incluso graciosos:
“Gracias al Hotel XYZ por este regalo” (reza el texto de la publicación, mientras una joven toma una copa de Moët & Chandon en la bañera de un hotel que no le ha regalado absolutamente nada).
“Con Pull & Bear se vive mejor” (etiquetando a la marca para dar a entender que es algo pactado; hasta que la misma le contesta que gracias por comprar sus productos y por promocionarlos de manera desinteresada…).
Si se fijan, son mensajes ambiguos, es decir, que en principio podrían tener otro sentido. El primero, podría ser el dar las gracias porque le ha encantado ese momento, ese lugar… el segundo, porque es una ropa cómoda y que da gusto ponerse. Pero no nos engañemos, basta con darse una vuelta por sus cuentas de Instagram para detectar que esos “momentos especiales”, les suceden todos los días y con docenas de marcas…
Bueno, les dejo por hoy que me voy a sacar una foto con un Arehucas 18 que me ha traído Papa Noel; la subiré a mi Instagram y quizá mencione a la marca por si aún no saben detectar a un “posturinfluencing”…
Un saludo.
Rayko Lorenzo.